¿Por qué me cuesta tanto cumplir promesas?

Comportamiento
Laura Marín Cuesta

Laura Marín Cuesta

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¿Por qué me cuesta tanto cumplir promesas?

Normalmente cuando realizamos una promesa suele ser sobre algo que naturalmente no se ha dado, a veces en muuchas ocasiones. Por ejemplo, prometemos que vamos a cambiar la forma en la que hablamos a alguien, lo que nos implicamos en una relación… porque:

  • Vemos que la otra persona desea que eso suceda o sufre con nuestro comportamiento actual.
  • No solemos hacerlo y creemos que es algo positivo (“cuidarse más físicamente”).
  • Porque nos lo pide ella verbalmente y nos anticipa consecuencias negativas de seguir así (“como vuelvas a mentirme, lo dejamos”.

Para restaurar el equilibrio o bien mejorar la relación con los demás o con nosotros mismos, pensamos en realizar un cambio por nuestra parte. Reducir una conducta negativa o sustituirla por una nueva (“contarse más las cosas”). Esto denota que el motivo nos importa y que tenemos interés o predisposición por mejorarlo. O no. A veces nos impulsan factores encubiertos a realizar este tipo de promesas como:

  • El sentimiento de culpa que nos imponen los demás o nosotros mismos, por no cumplir con sus expectativas, por “hacerles sufrir”. 
  • La necesidad de aprobación: que nos lleva a agradar a los demás porque de eso depende que nos sintamos más o menos valiosos. 
  • Un estilo cognitivo poco reflexivo: que se deja llevar por el problema inmediato (solucionar la discusión) frente a las consecuencias a largo plazo que esa conducta puede llevar (una nueva discusión por no cambiar).
  • Un patrón hiperresponsable o autoexigente: este tipo de personas están acostumbradas a asumir responsabilidades en muchos ámbitos y a valorarlo positivamente, de manera que suelen tener metas poco realistas y poco tiempo para ejecutar las menos urgente o prioritarias. 
  • Una historia de relación en la que se han pedido cambios pero no ha habido una una consecuencia negativa por estar así. Este tipo de eventos hace que nos tomemos menos en serio a la otra persona, pensemos que es una racha cuando nos hace una demanda (“ya se le pasará”).

Por tanto, te recomiendo que este proceso a veces tan automático se detenga y sea un poco más deliberado. Hace falta al menos tres pasos más que buena voluntad para que se esfuerzo no se desvanezca en el camino de llevarlo a la práctica:

Cuando se nos ha ocurrido una idea (“pasar más tiempo sola”) o alguien nos ha dicho que hemos hecho algo que les ha hecho sentir mal, escucha, acepta que lo que siente el otro es válido.

Cuando estés tranquilo, reflexiona el tiempo que consideres sobre lo siguiente:

1. Analizar por qué tiendo a hacer x cosa o por el contrario por qué es algo que nunca llego a hacer (por ej. tener tiempo para mí, leer,…)

Quizás es la primera vez que te sucede pero generalmente solemos repetir los comportamientos, los pensamientos que nos pasan por la cabeza porque tienen una raíz (valores que hemos aprendido, consecuencias positivas que hemos recibido por ser así, personas que vemos que les va bien y actúan como “modelos”…)

2. Detenerse antes de realizar una promesa para analizar el motivo que hay detrás. ¿Por qué? ¿Desde dónde estoy prometiendo que voy a hacer x?

¿Desde un estado tranquilo, algo que ya llevaba un tiempo pensando que quería cambiar por mi bien también o desde una información desagradable que me ha aparecido por sorpresa (“que he hecho daño a x persona”) y la necesidad de repararlo?

Porque quizás esa persona no se merezca la primera reacción que me sale si no voy a poder llevarla a cabo en el medio y largo plazo porque no es lo que realmente quiero.

3. Describir esa acción en pequeños pasos que pueda realizar poco a poco y que pueda evaluar si estoy cumpliendo o no (preguntando, midiendo…). 

Por ejemplo: voy a expresar más cómo me siento. Cuando vuelva del trabajo contaré qué tal el día, qué cosas me preocupan. Cuando me enfade algo, lo anotaré (por escrito o mentalmente) y se lo diré a la persona con la que tiene que ver de manera concreta (“me ha sentado mal que hayas hecho x cosa”).

Recordatorio: ni instagram ni cualquier tipo de red social sustituye a la terapia. El contenido de este blog es psicoeducativo. Si necesitas ayuda para recuperar tu bienestar, contáctanos.

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Laura Marín Cuesta

Comportamiento

Psicóloga general sanitaria y neuropsicóloga, experta en terapia cognitivo conductual.

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